miércoles, 10 de febrero de 2010

Como intentar evitar una tarjeta amarilla en una entrada o zancadilla.

Como intentar evitar una tarjeta amarilla en una entrada o zancadilla.

El fútbol es un deporte de contacto, y lo normal es que se cometan infracciones tales como zancadillas, entradas, agarrones, etc. Existe como todos saben un reglamento que el árbitro aplicará e interpretará (simultáneamente) según sea la circunstancia de la jugada. Hoy quiero centrarme exclusivamente en las zancadillas y las entradas.
Dice el reglamento que las zancadillas o entradas que el árbitro considere temerarias, serán merecedoras de tarjeta amarilla. Se distinguen estas de las entradas que el árbitro considera con uso de fuerza excesiva, que son las que ponen en riesgo la integridad física del rival. En tal caso el jugador se ira a los vestuarios con roja directa. Pero la mayoría de las faltas de este tipo son del tipo de las primeras. Y siempre es el árbitro que de acuerdo a la situación del partido y de la jugada en si, decide amonestar o no.
Muchas veces se ve en los partidos que el árbitro no amonesta una falta en los primeros minutos de partido, para luego amonestar la misma falta en la segunda parte. Que ocurre? Que la situación del partido ha cambiado. Es la misma falta pero en momentos de presión diferentes, tanto para el árbitro, como para los jugadores y el público. Los factores como la presión del público (si lo hay), la presión de los jugadores sobre el árbitro, el marcador del partido en ese momento, si el partido es trascendente o no, la zona del campo en donde se produce, etc. Sin embargo el reglamento es el mismo.
Pero la diferencia que puede ser definitiva, a la hora de que el árbitro le saque tarjeta amarilla a un jugador o no, es la reacción del infractor luego de cometer la falta. Un jugador que comete una falta (es decir cuando se la pitan), no debería de hacer de cuenta que no ha pasado nada. Un jugador que luego de cometer una falta no se disculpa con su rival, da la imagen de haberlo hecho a propósito y de no importarle las consecuencias de su acción. Esto como es normal, cabrea a la víctima, a sus compañeros y al público. Generando un mal ambiente en el partido y casi forzando al árbitro a sacarle tarjeta amarilla.
En cambio si en la misma jugada, el infractor tiene una actitud de disculpa y de preocupación con el rival (no con el árbitro), probablemente se salve de la tarjeta. Porque la situación es muy diferente a la anterior. Aunque el infractor se esté riendo (por dentro) de la falta que ha cometido, una buena actuación de preocupación puede ayudar a que en la próxima entrada el color de la tarjeta no sea el rojo. Y si de todas maneras el árbitro decide tirar de la tarjeta amarilla, puede que si hay otra infracción merecedora de tarjeta, el árbitro haga la “vista gorda”.
En todo caso, es inútil hacer la tonta señal de apuntar al balón luego de haber levantado al rival 2 metros por los aires (como hace Sergio Ramos por ejemplo). Y mucho menos salir gritando al árbitro para reclamarle que no ha sido falta. Esto sólo aumenta el riesgo de tarjeta, ya que si no es por la falta será por la protesta. Por lo general las protestas de este tipo no sólo llevan tarjeta amarilla sino que además, el árbitro lo tendrá muy en cuanta para el resto del partido. Hay que recordar que el árbitro es humano y no conozco a ninguno que le guste que le griten. Protestar al árbitro también es un arte, pero eso es para otra semana.

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